Aquella noche era la tercera vez que Maricel se despertaba agitada, interrumpida por un sueño pesado pero que no se lograba conciliar. Desde la altura de la cucheta, visualizó el reloj despertador en la mesita de luz. Las manecillas recién tocaban la medianoche. Quizás era por el calor o por el agotamiento adolescente que ese